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8 de Febrero de 2011: De Punta Arenas a Chabunco vía las pingüineras

Salimos de Punta Arenas por la Avenida España, con el viento de cola. Los kilómetros sobre asfalto son cómodos y pasan rápido, pero cuando tomamos la pista que nos ha de llevar a la pingüinera del seno Otway, todo cambia: pista de tierra y viento de cara. Ya lo tenemos asumido. Sabemos que muy probablemente tendremos que volver por esta misma pista así que vamos marcando en el GPS puntos posibles para acampar a cubierto del viento. Hay una remota posibilidad de volver a la carretera que nos ha de llevar a Puerto Natales por otra pista más corta (Kon Aike), pero todos los locales con los que hemos hablado nos dicen que esa otra pista está en propiedad privada.

ÑandúDurante buena parte de la primera mitad de la pista, nos cae una lluvia muy fina, pero que el viento transporta a gran velocidad. Es como si pasaras por dentro de una nube a toda velocidad. Cuando la lluvia se intensifica, paramos en una estancia que tiene un museo de coches de época. ¡En mitad del campo! Al cabo de poco llegamos al desvío que nos llevará a la pingüinera. En la caseta de acceso a la carretera nos perdonan el peaje por circular por ella. Además les dejamos las alforjas para aligerar peso. En el camino vemos un montón de liebres y ovejas, pero la fauna más interesante son los 4 ñandús (aves corredoras un poco más pequeñas que los avestruces) al borde mismo de la pista.

Pingüino MagallánicoDespués de un café malo y caro en el bar de la pingüinera, comenzamos a caminar hacia el hábitat de esta colonia de pingüinos de Magallanes. Estos pingüinos anidan en agujeros cavados en el suelo. Los padres se turnan en el cuidado de los polluelos. Uno va a pescar mientras el otro cuida a los pequeños. Al cabo de 8 o 9 horas hay cambio de funciones. Ahora todos los pollos están perdiendo su plumón original y las plumas definitivas están creciendo. Ocultos tras unos de los miradores observamos un grupo de juveniles y pollos descansando y acicalándose las plumas. La verdad es que tienen un poco aspecto de leprosos a medio desplumar. La parte más divertida es verlos caminar desde la playa hasta sus nidos. Andan bamboleándose de un lado a otro y si van en grupo en fila de a uno. Cuando hay que superar un desnivel, dan saltitos con muy poco estilo, pero muy cómicamente. Es estos momentos, una gran parte de la colonia ya ha se ha marchado a sus puntos de origen. Sólo quedan los más retrasados en cambiar la pluma y algunas parejas. Supuestamente, a las 6:30 PM regresa el turno de pescadores. Las gaviotas ya están al acecho, aguardándolos para presionarlos hasta que regurgitan su captura y se la roban. Desafortunadamente, el espectáculo se está retrasando y tenemos que marcharnos para volver atrás antes de que cierren la puerta del camino.

Todo ese viento que esta mañana nos estuvo fastidiando, ahora es nuestro aliado. Erguimos la espalda a modo de vela y rodamos a 20, incluso 30 km/h pedaleando sin demasiado esfuerzo. Además, el cielo ha despejado y el sol calienta agradablemente. En estas condiciones, ir en bici es un placer. Tanto, que no paramos hasta llegar al asfalto donde sabemos hay una zona de acampada. En total han sido 95 km y un montón de risas viendo a los pingüinos haciendo sus acrobacias para no caerse de morros al suelo.

 

9 de Febrero de 2011: De Chabunco a Río Rubens

Si hubiéramos madrugado, simplemente hubiéramos empezado a sufrir antes. Para no repetirme con el cuento de la fuerza del viento de cara, sólo comentaré un factor nuevo que hasta ahora no habíamos experimentado: el tráfico. La carretera R-9 de Punta Arenas a Puerto Natales es frecuentada por camiones y sobretodo autobuses. El arcén es de grava y fastidia mucho pedalear por ella cuando a un par de palmos tienes un pavimento bien firme. Pero si ruedas por el pavimento, los vehículos no respetan la distancia mínima de seguridad. Al cabo de 15 km y después de algún susto de infarto, decidimos que el riesgo de ser arrollados por un camión no es despreciable y paramos para hacer auto-stop. En unos minutos, Edgardo, alias “pingüino 666” (según sus propias palabras, su seudónimo viene del hecho que se defiende estupendamente sobre hielo, y que es una “bestia” – en este momento enarca las cejas mirándome con complicidad), para con su enorme camión y nos sube. Hace años que ya no monta en su bici pero Edgardo sigue siendo un enamorado del ciclismo y sabe por qué estamos parados. Con él vamos hasta el desvío que lo llevará al cruce del ferry de Primera Angostura, separándose de la R-9. A partir de este punto la carretera tiene menos tráfico pero nuestra moral ya está minada y no estamos como para pedalear, así que afortunadamente uno de los buses agresores– irónicamente, buses Fernández –, se convierte en nuestro transporte. Cargamos las bicis en la bodega de manera apresurada entre la polvareda que se ha creado debido a la parada inesperada y subimos para ocupar los últimos asientos libres.

Panorama en el Río Rubens

Pasamos el desvío a Río Verde que queríamos tomar, pero todavía tenemos el miedo en el cuerpo y la moral por los suelos. Conforme los kilómetros van pasando, el paisaje va mejorando. Nos alejamos de la pampa polvorienta y nos acercamos a la cordillera, donde los pastos son verdes y los bosques abundan. Cuando cruzamos el Río Rubens el entorno es encantador y empezamos a arrepentirnos de haber cogido el bus. En lo que nos pareció unos minutos más, el conductor reduce la velocidad y se detiene. Nos falta tiempo para correr hacia la puerta y saltar al suelo anunciando que nos quedamos aquí. ¡Nos vamos pedaleando de vuelta a Río Rubens!

PuesterosO los minutos pasan más rápido de los que me pensaba o estábamos circulando a 200 km/h. Tenemos que recorrer 30 Km para llegar a Río Rubens. De todas maneras vale la pena. Allí acampamos al lado del río y mientras Judit monta el campamento yo me dedico infructuosamente a la pesca de la trucha. Supuestamente, este es un buen sitio, pero las malditas se ríen de mí saltando fuera del agua allí donde no está mi cucharilla. Los caiquenes e incluso un Martín pescador también se burlan pasando en vuelo rasante por delante de mis narices. En mi desesperación, lanzo una piedra a un par de patos en vuelo. Por suerte no les atino. No sé qué hubiera hecho con un pato moribundo entre las manos. Ha sido un instinto del paleolítico que me ha salido de lo más hondo del cerebelo. Al final Judit me hace notar que el sol se está poniendo y que hoy tendrá que ser sopa de sobre a solas. Aún desde la tienda, ya dentro del saco, sigo oyendo el chapoteo de las malditas.


10 de Febrero de 2011: De Río Rubens a Puerto Natales

Polluelo de caiquénCuando abandonamos el campamento, los caiquenes del lugar pasan a despedirnos sin saber de mis intenciones asesinas de ayer. Igual sí lo saben y vienen a mofarse de mí por última vez. Mientras nos tomamos un café en la estancia-restaurante entra Gregoire, un francés que lleva meses pedaleandos. Tras el clásico intercambio de información nos ponemos en marcha. Él también va hacia el Norte y nos encontraremos un par de veces en la carretera antes de llegar a Puerto Natales.

Esta vez el madrugar sí nos ayuda. No sopla el viento, el día está soleado, el tráfico es leve, incluso hace calorcilla. ¡Nuestra media es de 18 km/h! Parece que las liebres abundan en la zona. Y se diría que son muy lentas cruzando la carretera… Esa comida fácil atrae a un número superior al normal de caranchos, un ave carroñera muy frecuente en estos parajes. Más adelante tenemos la oportunidad de ver un puestero montado en su caballo conduciendo una vaquilla a través de la puerta de la valla. El encanto de observar la tarea rural se desvanece cuando aparece otro puestero en un quad para ayudar…

Cèsar en Río RúbensA medida que el día se calienta, el viento toma fuerza y para cuando llegamos al puesto fronterizo de Casas Viejas ya está igual de insoportable que ayer. Sin embargo, tenemos una nueva técnica, ideada por Judit. Mientras no vienen vehículos de frente, circulamos por el pavimento. Si aparece uno, miramos detrás nuestro para ver si se nos acerca alguno. En caso de que vayan a coincidir uno de frente y uno por detrás a nuestra altura, nos bajamos a la cuneta. El sistema nos funciona perfectamente y poco a poco avanzamos hasta nuestro destino. En el jardín del puesto fronterizo devoramos unos lomitos de caballa enrollados en tortillas mejicanas. El aceite nos resbala por los dedos, que nos chupamos ávidamente antes de que gotee al suelo.

Poco antes de Puerto Natales el viento afloja y la carretera desciende hasta nivel del mar con lo cual la llegada es fácil y sin problemas. Nos vamos directamente al camping, a un par de manzanas de la Plaza de Armas y nos preparamos para una cena en un restaurante que nos han recomendado. Judit se inclina por un congrio a la plancha con guarnición; filete a lo pobre para mí: un buen bistec de ternera con dos huevos fritos encima, sus patatas fritas y su cebolla rehogada.