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13 de Febrero de 2011: De Puerto Natales al Río Serrano

Judit y arco irisEmpaquetamos los víveres para los próximos 15 días. El trayecto hasta el parque nos llevará unos 3 días. Nuestra intención allí es circunvalar el macizo del Paine en una excursión que se conoce como "El Gran Circuito" y completarla con las extensiones del valle del Francés y la visita a la base de las Torres del Paine. Esta segunda parte se conoce como la "W". Esto nos debería llevar unos 8 días. Después de esta visita al parque, nos dirigiremos a El Calafate. En lugar de ir por la carretera asfaltada que cruza a Argentina y recorre 300 km de pampa, queremos cruzar por el paso Baqueano Zamora o La Rosada. Este paso fronterizo no está habilitado, pero hemos pedido un permiso a las autoridades para su habilitación temporal para nosotros. Si se nos concediera, sólo tendremos que recorrer unos 50 km. Sin embargo, parece que el terreno puede ser complicado para pedalear (ni siquiera sabemos con seguridad si hay camino) y la información que hemos podido encontrar habla de km y km de empujar la bici campo a través. Calculamos que este cruce nos llevaría entre 3 y 4 días. Aun ante esta perspectiva, lo preferimos (la desolación ventosa del cruce por la pampa no nos motiva).

Durante los primeros kilómetros de hoy tenemos la suerte de ver todo tipo de aves. Vemos cisnes de cuello negro nadando en el Seno de Última Esperanza. Más adelante cóndores y otras rapaces alimentándose de un caballo muerto. Después un par de águilas y multitud de caranchos que se aprovechan de las consecuencias de la lentitud de las liebres cruzando la carretera.

Cisne de cuello negroCóndores

 

 

 

 

 

 

Nuestra primera parada del día es en la Cueva del Milodón, una atracción turística de poco interés visual pero gran interés histórico para el estudio de los habitantes de la zona que se remonta hasta 10.000 años A.C. Aquí se encontró una piel del extinto perezoso gigante que habitó la zona durante ese periodo. Desde el 1900, cuando se descubrieron los restos arqueológicos de la cueva, los lugareños llevaron a cabo varios saqueos para vender a museos los restos encontrados. Estos pillajes hacen difícil el estudio y recomposición de la historia de la cueva. Hay gran controversia sobre el tema, pero parece que en general se acepta que el perezoso gigante y los paleo-indios convivieron en esta zona, pero se descarta que fuera domesticado, como algunas teorías sugieren.

Águila moraCaranchos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hasta el momento el clima se aguanta, pero los picos, lejanos todavía, están cubiertos por una neblina que parece más lluvia que nubes. Efectivamente, al llegar a la altura del primero de los lagos glaciales que la pista sortea, empieza a lloviznar. El viento también se intensifica, pero lo peor es el par de lomas que hemos de coronar que, aunque de escasa altura, se nos hacen interminables. Y es que el peso de toda la comida que llevamos ya se hace notar. Cruzamos el puente sobre el río Serrano y giramos a la izquierda en busca del camping Serrano. La recompensa es enorme cuando nos informan de que hay duchas con agua caliente y de que cada parcela tiene un cobertizo con luz donde refugiarse de la lluvia y el viento (ha empezado a llover de nuevo y parece que esta vez va para largo). Definitivamente ha valido la pena la larga jornada.


Por si esto fuera poco, nuestros vecinos son una familia chilena encantadora. Cuando estamos a medias en la preparación de nuestra sopa, aparecen Gabriel y Berni, dos de los hijos, invitándonos a cenar con ellos. Resulta que las raciones de risotto que están preparando son mayores de lo que esperaban y tienen de sobras. Aceptamos inmediatamente el ofrecimiento y nos trasladamos a su cobertizo. Allí nos encontramos con Pedro y Cecilia, los padres, y con Caro y María La Paz, las otras dos hijas. Nos quedamos charlando y riendo hasta casi las 12 cuando el generador del camping se apaga.

 

14 de Febrero de 2011: Río Serrano

Macizo de Las Torres del Paine y pradera

Ha estado lloviendo toda la noche y cuando nos despertamos aún continúa. Nosotros sólo tenemos una zona pequeña mojada dentro de la tienda, pero nuestros vecinos no han tenido tanta suerte: sus sacos están empapados. Hoy tenían pensado ir hasta el mirador de Las Torres, pero con el día que hace no vale la pena, pues el cielo está absolutamente cubierto, así que se van para Punta Arenas. Como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga, por lo menos para nosotros. Como se van un día antes de lo planeado, les sobra comida, que una vez más nos regalan. Nos metemos en el cobertizo y nos preparamos 4 huevos revueltos, leche con cereales y una ensalada a base de tomate y aguacate. ¡Mil gracias!

Cèsar preparándose para pescar un monstruoJudit en la pradera

 

 

 

 

 

A medida que avanza la mañana, el cielo se despeja y el sol empieza a lucir. El macizo del Paine ya se ve desde el camping, aunque los picos siguen medio cubiertos. Ya es más de mediodía y decidimos quedarnos en lugar de pedalear hasta el hotel Las Torres, punto de inicio de las excursiones. Así que nos vamos a pescar. Mi caña de juguete no es el arma adecuada para los monstruos que habitan el río Serrano. Pierdo 3 cucharillas a boca de truchas o salmones demasiado grandes para mi sedal. A estas alturas ya sé distinguir entre un enroque y un pez. Además he visto asomar el lomo de lo que me ha parecido ser un salmón de medio metro. Y no es exageración de pescador. Unos pescadores de verdad han sacado uno de 16 y otro de 13 Kg. Me viene a la cabeza que en la oficina del camping tienen cañas para alquilar, así que vuelvo a la carga con una y 3 cucharillas más. El resultado es el mismo, pierdo las tres, una enrocada, pero las otras 2 por culpa de no saber sacar salmones de 10 o 15 kilos. De vuelta al camping, me aleccionan en cómo lidiar con los miuras del Serrano, pero ya es demasiado tarde. En resumen, Truchas: 6, Cèsar: 0. Hoy no cenamos pescado.

Los Cuernos vistos desde el río SerranoPor lo menos, las vistas de los Cuernos del Paine desde donde hemos estado pescando son espectaculares. Aunque un poco lejos, la pradera que nos separa de ellos, le da un aire como más completo al paisaje.

A la hora de cenar, la depresión es menor por toda la comida que Pedro, Cecilia y su familia nos han dejado.

 

 

 

 

15 de Febrero de 2011: Del río Serrano al hotel Las Torres

Judit remontando el río PaineEl trayecto de hoy nos lleva directos al macizo del Paine. Parte del camino remonta el río Paine. Ese azul verdoso especial de sus aguas revela claramente que proviene de los glaciares del macizo. El Paine tiene una anchura considerable para el corto recorrido que lleva en este punto. En algunos lugares tiene más de 50 metros entre orillas. Pero toda esa agua se concentra en unos 5 metros en el Salto Chico. Tal como su nombre indica, su altura es reducida, quizás unos 10 metros, pero el caudal es espectacular. El agua pulverizada contra las rocas forma un arco iris dándole un efecto mágico, a pesar de las canalizaciones que el Hotel Explora ha construido para su abastecimiento de agua.

Entramos en la zona de lagos conectados directamente al Campo de Hielo Sur. El primero es el Pehoé. Para los ciclistas, esto significa ráfagas de viento que te tiran al suelo como pudimos comprobar hace unos años en esta misma zona. Judit, una vez más, fue más lista y dejó la bici en el suelo y se agazapó al ver venir la ola de piedrecillas y polvo. A mí ve abatió dándome un buen batacazo y rompiendo un par de radios. El viento que viene viajando del Pacífico, pasa entre los picos de la cordillera y encuentra en los glaciares el camino más fácil para cruzarla. Muchos de los glaciares descargan su hielo en estos lagos y son un embudo natural para el viento. Hoy tenemos más suerte que la última vez y no hay mayores incidentes que un desmonte de Judit cuando una ráfaga le hace perder el control del manillar. Por lo menos este año, nos viene de espaldas. En las subidas es genial, cuando vienen las ráfagas, cambiamos a un desarrollo más largo para acelerar y aprovechar el empuje.

PajarilloGuanacos en Las Torres del Paine

 

 

 

 

 

 

 

 

El segundo de los lagos grandes es el Sarmiento. Éste tiene la peculiaridad de tener afluentes que lo abastecen, pero no tiene drenaje. Como consecuencia, el agua sólo se pierde por evaporación y, en aguas tan cargadas de minerales, se forma un ecosistema único donde el agua tiene un pH 9. Sus orillas son blancas debido a una especie de coral que forman varias especies de bacterias como subproducto de la fotosíntesis. Al otro lado de la pista tenemos el Nordenskjöld, que vierte sus aguas al Pehoé en el Salto Grande. A lo largo de la ruta vemos muchos guanacos. Están tan acostumbrados a los vehículos que tan frecuentemente transitan por aquí que ni se molestan en apartarse del borde del camino.

Los Cuernos desde la carreteraLos Cuernos ya están muy cerca y resultan igual de impresionantes que la primera vez que los vimos. Con esas puntas negras afiladas que los hacen aún más agresivos. Viéndolos desde abajo parecen inexpugnables.

Finalmente llegamos al hotel Las Torres. Nuestro plan inicial era dejar aquí las bicis y las alforjas y salir directamente con las mochilas hacia el campamento Las Torres, desde dónde queremos subir hasta el mirador de Las Torres para ver el amanecer. Se nos ha hecho demasiado tarde, así que lo dejamos para mañana y nos vamos al camping.

 

16 de Febrero de 2011: Del hotel Las Torres al campamento Torres

El día amanece despejado y desde la tienda podemos ver casi todas Las Torres excepto sus picos, que siguen envueltos en nubes. Nos preparamos las mochilas, dejamos las bicis en el hotel y emprendemos el camino hacia el campamento Torres. Esto es una rambla de gente. Es, con mucha diferencia, la excursión más popular del parque.

Valle del río AscensioEl remonte del río Ascensio nos va resultando familiar a medida que avanzamos terreno. A mí me vienen continuamente a la memoria las aventuras y desventuras que aquí tuvieron lugar cuando vine por primera vez con nuestro buen amigo Pablo. Para saber de ellas, tendréis que leer su magnífico relato.

Después de una subida inicial bastante pendiente, el camino se allana. En este tramo, el sendero flanquea por una ladera descubierta y podemos disfrutar de las vistas. Abajo el río turbulento, al fondo las montañas nevadas y al otro lado del valle unas formaciones rocosas extrañas que han quedado al descubierto por la erosión. Pasado el refugio Chileno, el camino discurre por zona boscosa. De vez en cuando cruzamos un claro para comprobar que Las Torres todavía siguen allí y, más importante, ya están totalmente descubiertas.

Después de montar la tienda en el Campamento Torres subimos hasta el mirador para gozar del espectáculo. El sendero sube empinado ocultándolas, de manera que no sabes si están visibles hasta que coronas la morrena del antiguo glaciar. ¡Sí! Todavía se ven. Sólo unos jirones de nubes empañan las puntas. Sus paredes son tan verticales que ni la nieve se sostiene en ellas. Aun cuando están a la sombra, el panorama es sobrecogedor. La muralla de granito es infranqueable. El desagüe de la laguna a sus pies es el único punto de acceso. Buscamos refugio detrás de un gran bloque de granito y nos hartamos de mirarlas mientras comemos. Regresamos al campamento medio congelados con la esperanza de que mañana sigan despejadas y podamos ver la línea de sol bajar por sus paredes.

 

17 de Febrero de 2011: Del campamento Torres al campamento Serón

Quince minutos antes de que suene la alarma, el ajetreo en al campamento nos despierta. Son la 5:30 de la mañana pero afuera ya hay lucecitas que se encaminan hacia el mirador. Nos ponemos casi toda la ropa que llevamos y salimos al mundo exterior, donde todavía es oscuro. Por la cuesta que lleva al mirador se ve una ristra de puntitos luminosos a la que nos unimos. Cuando llegamos arriba buscamos el bloque de granito que ayer nos refugiaba del viento. Las rocas planas que colocamos nos sirven de asiento y mesa para preparar el desayuno. La leche en polvo bien caliente y los copos de avena sientan de maravilla para combatir el frío mientras esperamos que los primeros rayos de sol iluminen Las Torres. El cielo se ve despejado, así que el espectáculo está asegurado.

Amanecer en Las TorresComo en el comienzo de un concierto, todos los espectadores corean un grito de júbilo. Las cúspides siguen difuminadas entre nubes poco densas, así que los primeros tonos rosáceos se ven un poco más abajo. Luego siguen los tonos anaranjados, los amarillentos y finalmente, cuando el sol las ilumina completamente, aparecen los colores reales de la roca. La línea de sombra está muy bien definida sobre los muros verticales de Las Torres y se ve como, rápidamente al principio y más lentamente después, se va dando por vencida y baja hasta llegar a la laguna donde desaparece. Las tres torres principales son monolitos del mismo tipo de granito. La pared más a la derecha tiene dos tipos diferentes de roca. La siguiente muralla está formada por roca más oscura. A la izquierda de Las Torres, se ven los estratos clásicos de Los Cuernos. En conjunto, el circo glaciar es de una belleza increíble. Allí nos quedamos preguntándonos porqué ha de ser tan magnífico.

Torre centralEn el campamento se siente un frenesí mezcla de éxtasis por el espectáculo natural que acabamos de presenciar y de urgencia por recoger las tiendas e iniciar el descenso hacia el valle. Algunos encadenamos la bajada con el primer día del Circuito Grande. Al llegar al hotel comemos, recogemos la comida para los 8 días del circuito, la cargamos en las mochilas y nos ponemos en marcha.

El recorrido de este primer día no es demasiado espectacular. Discurre principalmente por praderas, cruzando algunos bosques de lenga y sorteando arroyos tributarios del río Paine. Durante el camino encontramos matorrales de calafate maduro, mucho más dulce que el que probamos en Puerto Navarino hace un mes. Un error en la distancia que marca el mapa del parque hasta el campamento Serón, hace que éste no llegue nunca. Además, el campamento en sí no tiene ningún encanto. Lo mejor es la ducha de agua caliente y el nido de caranchos que tenemos a 20 metros colina arriba. Poco a poco el campamento se va poblando de las caras que nos iremos reencontrando durante los próximos días. La tarde está soleada y el viento ha calmado, lo cual nos permite disfrutar de unas cuantas horas al sol de lectura y redacción de este diario.

Ah, por cierto, en el hotel nos hemos bajamos el correo y hemos descubierto que nos han denegado el permiso para cruzar por el Paso Zamora, aludiendo un gasto económico no justificado. Parece que quieren desplazar a alguien físicamente hasta el punto fronterizo para asegurarse de que nos vamos de Chile y de que entramos en Argentina. Nuestra respuesta contiene una propuesta para que nos lo dejen cruzar solitos y presentarnos en el escuadrón de Gendarmes de El Calafate tan pronto como lleguemos. No confiamos en que tenga éxito, así que ya vamos pensando en alternativas para llegar a El Calafate. Parece que una vez más, el Paso Zamora se resiste a ser conquistado.

Panorama de Las Torres del Paine al amanecer

 

18 de Febrero de 2011: Del campamento Serón al refugio Dickson

La jornada de hoy, aunque larga, no tiene grandes desniveles, salvo una inicial cuesta que sirve para calentar motores. Al final de ella se llega al Paso de los Vientos. ¿A qué será debido el nombre? Desde las alturas tenemos una estupenda vista del valle por donde serpentea el río Paine y de cómo desemboca en el Lago Paine. Después de un largo faldeo, pasamos por llanuras entre bosques y un pequeño mallín sin complicaciones.

Al coronar la última cuesta de hoy, se nos abre la mejor vista del día, el Glaciar Dickson al final de su lago. Debajo nuestro ya se ve el campamento, lo cual nos alegra aún más. A medida que descendemos la trepidante bajada a la planicie del campamento, el sol finalmente se decide a lucir con fuerza y todos los colores resaltan. El azul brillante de las grietas de hielo en el glaciar, las puntas de Las Torres a nuestras espaldas que se dejan entrever tras una cordillera de roca oscura, el ocre de las hierbas de la pradera donde acamparemos e incluso los brillantes colores de las banderas de Chile y de la región de Magallanes que ondean junto al refugio…

Cara posterior de Las Torres desde el campamento DicksonTenemos los cuerpos molidos y para recuperarnos, psicológicamente por lo menos , nos regalamos unas patatas y un par de cervezas caras pero que sientas divinas. La tarde vuelve a ser muy placentera durante varias horas que aprovechamos para hacer nada. Cuando el viento se enfurece nos refugiamos en la tienda hasta la hora de cenar. Durante una media hora se calma y aprovechamos los últimos rayos de sol para tomarnos la sopa en la mesa de nuestra parcela. Cuando el sol se oculta tras la cordillera aparecen los mosquitos y nos retiramos definitivamente.

De momento estas dos primeras jornadas del Circuito Grande no son tan espectaculares como esperábamos. Quizás nuestras expectativas eran demasiado altas y queremos ser saturados de vistas excepcionales continuamente.

 

19 de Febrero de 2011: Visita al glaciar Dickson

Cóndor volandoSeguimos de suerte con el clima. El sol luce resplandeciente desde el primer momento de la mañana. Los chicos del refugio ayer nos convencieron de que la visita al glaciar Dickson valía mucho la pena. Según parece, las vistas del frente del glaciar son mejores que las del Grey. Para llegar al glaciar Grey todavía nos faltan un par de días y no hay ninguna garantía de que tengamos un día soleado, así que nos quedamos para esta excursión adicional y mañana continuaremos con el recorrido del Circuito Grande. Nos unimos en la caminata a Pablo y Pili, una pareja de españoles con la que nos hemos ido cruzando desde el campamento Serón. También se apuntan en el último momento Bruno y Valeria, una pareja de Santiago de Chile.

El camino comienza cruzando el río Paine de forma poco convencional. El río tiene unos 25 metros de anchura y en esta época del año la corriente es fuerte por el deshielo. Los chicos del campamento han instalado una zodiac a modo de ferry que funciona a base de fuerza humana. El bote se sujeta por medio de un cabo acabado en un mosquetón a una cuerda que va de orilla a orilla. El mosquetón se desliza por la cuerda y ya os podéis imaginar el resto, a tirar a base de músculo aprovechando la corriente. El cruce a la ida es más fácil pues la cuerda no está perpendicular a la corriente, sino en un ángulo que favorece el cruce. De todas maneras, la vuelta no resulta complicada.

Glaciar Dickson El sendero discurre por praderas y bosque de lenga, como los dos últimos días, así que no tiene un interés especial. A cada loma que superamos, volvemos a ver el glaciar que cada vez está más cerca. Al cabo de unos 9 km llegamos al retén de Carabineros que marca el final del camino. El mirador está 5 minutos más adelante. Nos informan que no podemos seguir más allá del mirador, que el camino no está habilitado y es que Argentina está a un paso. De hecho, el glaciar en sí está en Argentina. Este puesto solamente está para demostrar presencia soberana chilena en la zona.

 

Cuando llegamos al mirador, comprobamos lo que ya veníamos sospechando por el camino, el frente del glaciar está por lo menos a 2 km de aquí. La vista es buena, pues se ven las dimensiones del circo, de la muralla de picos que lo forman y toda la nieve que lentamente desciende transformándose en hielo con el paso de los años. También se aprecian las diferentes tonalidades de azules en el hielo, debidas a la diferente concentración de aire atrapado en él. En el lago se ven flotar bloques de hielo que se desprenden del glaciar. Sin embargo, el frente está demasiado lejos para disfrutarlo al máximo. De todas maneras, los 6 nos pasamos un par de horas entretenidos en el mirador por el paso de un cóndor por delante nuestro ascendiendo a toda velocidad sin mover una pluma, charlando de cualquier cosa y enmudeciendo cuando se oyen estruendos y crujidos provenientes del glaciar.

Panorama del glaciar Dickson

Judit y yo nos adelantamos en el regreso pues queremos preguntar a los Carabineros sobre el terreno en el paso Zamora. Cuando estamos llegando al retén, vemos que ya venían a buscarnos. Como siempre muy atentamente, nos dicen que empezaban a preocuparse por nosotros. Tenemos la sospecha de que también querían verificar que no habíamos intentado ir más allá del mirador. A consecuencia del encuentro, entablamos una conversación que acaba en una invitación a entrar en su pequeño refugio donde nos ofrecen zumo, pan y mermelada. Una vez más, hemos de remarcar su excelente hospitalidad.

Para cuando regresamos al campamento, el sol ya casi se esconde tras uno de los picos que nos rodean. Las caras de los caminantes acampados son diferentes, los que venían con nosotros ya se han ido y nuevos grupos han llegado. Los mosquitos son los mismos de ayer. Un poco más gorditos y muy agradecidos por las donaciones de sangre de Judit, muy a su pesar…

 

20 de Febrero de 2011: Del refugio Dickson al campamento Los Perros

Seguimos de suerte con el tiempo. Los chicos del refugio ni se lo creen. Tantos días de sol seguidos es algo inaudito aquí en Las Torres del Paine. Nos despedimos de ellos y nos encaminamos hacia el camino que nos llevará al campamento Los Perros. Antes de adentrarnos en el bosque frondoso que nos mantendrá a la sombra durante casi todo el trayecto de hoy, nos llenamos los ojos de la vista de la parte posterior de Las Torres, reservada a los caminantes del Circuito Grande.

La humedad y el sombraje nos mantienen protegidos del calor del día. Este es el bosque más tupido por el que hemos caminado hasta ahora. La vegetación es tan densa que los arroyos se oyen corren apresurados pendiente abajo, pero no se ven, quedan invisibles al fondo del valle. Sólo en los puentes que cruzan el río de Los Perros se aprecia el caudal y la fuerza del agua.

Glaciar Los Perros Ya cerca del campamento, el bosque se abre un poco y el camino se empina sorprendentemente. Parece que se podría encontrar otro trazado más horizontal. Pronto descubrimos que estamos trepando por la morrena del glaciar de Los Perros. Al llegar al borde, la imagen nos toma por sorpresa. El glaciar es pequeño pero muy diferente del Dickson. Está encajonado entre dos paredes rocosas y baja por una fuerte pendiente. En un punto se encajona tanto, que el hielo tiene que crecer en espesor para superar el embudo rocoso por el que debe seguir hacia su laguna. Parece más una cascada alborotada que se ha congelado en un instante que un glaciar que fluye.

El recorrido de hoy ha sido corto, pero queremos reservar fuerzas para el tramo de mañana, el temido paso John Gardner. Cuando llegamos al campamento algunos grupos todavía están saliendo para su ataque del paso. La ducha de hoy es fría, muy fría. Además, los mosquitos se han venido con nosotros, según el chaval que se encarga del campamento. Según él, normalmente en Los Perros no hay mosquitos, sólo tábanos. Así que rápidamente montamos la tienda para refugiarmos de los insectos. La perspectiva de encerrarnos para el resto del día no nos apetece nada, especialmente cuando el sol sigue brillando afuera. Mientras debatimos las posibilidades, vemos llegar a Pili y Pablo. Después de comer alguna cosa, les proponemos ir hasta el cercano glaciar El Puma. Rápidamente aceptan y nos ponemos en marcha. Esta vez nos hemos asegurado de que podemos llegar hasta el frente. Incluso hay una cueva de hielo.

Pili, Pablo, Judit y Cèsar en el glaciar PumaEl puente para cruzar el río de Los Perros consiste en dos tronquitos con travesaños clavados entre ellos y un cable de acero muy holgado a la altura de la mano. Los troncos están mojados por las salpicaduras del agua justo debajo. El cruce es muy divertido mientras eres espectador, pero cuando te toca a ti te das cuenta que la distancia entre los dos troncos es suficiente como para que no puedas apoyar un pie en los dos a la vez. Como el estado del montaje es muy rudimentario y en estado precario, cada vez que apoyas un pie, todo el conjunto rota haciendo que ese tronco se acerque al agua. El cable es más un quitamiedos que otra cosa debido a la poca tensión. Aquí se filmaron varios videos con la secreta esperanza de que alguno de nosotros se diera el chapuzón, pero todos fuimos suficientemente hábiles.

Durante el tramo final de la senda, justo después de cruzar la morrena frontal, el bosque desaparece y el glaciar nos queda a la vista. Ya se aprecia la cueva que nos comentaban; se trata del nacimiento del río bajo la espesura del manto de hielo.

Atardecer en el campamento Los PerrosPor fin tocamos hielo milenario. El frente de hielo, durísimo, tiene unos 5 metros de altura. En la cueva hay un arco de hielo a medio camino entre el techo y el agua, además de varias fisuras y grietas. El agua que mana de su interior es turbia, repleta de minerales en suspensión, pura, riquísima. De vez en cuando se oye caer alguna piedra, que suponemos baja resbalando de la superficie de hielo, así que nos separamos un poco de la pared helada. La superficie de hielo está embrutecida por piedras y arena oscura que contrastan con la claridad de los azules del hielo. A veces es difícil identificar dónde termina el hielo y empiezan la tierra.

El regreso al campamento es por el mismo camino y el mismo puente, sin más consecuencias. A cubierto de los chupópteros voladores nos preparamos una sopa muy aguada, como de costumbre y unas galletitas. Mañana es el gran día: el paso Gardner.

 

21 de Febrero de 2011: Del campamento Los Perros al refugio Grey

Glaciar Grey desde el paso John GardnerPor increíble que parezca, el sol sigue sonriéndonos, de manera que nos apresuramos en ponernos en marcha. Después de algunos tropezones con las raíces y resbalones en el barro, superamos la línea de bosque para trepar al más puro estilo chileno, por la línea de máxima pendiente. A esta altura, en otras latitudes, todavía estaríamos rodeados de bosque, pero en la latitud 50, por encima de los 1000 metros sólo resisten algunos musgos y hierbas. Más arriba, ni eso, pura piedra.

 

 

La subida, en gran parte, gracias al solete que nos calienta por detrás, no se nos hace tan temible como nos esperábamos. Supongo que en condiciones normales de lluvia y viento debe ser bastante miserable. En el collado, el cambio de pendiente es muy suave. Echamos una mirada atrás y rápidamente nos abalanzamos hacia la otra vertiente para contemplar la vista sobre el glaciar Grey. Por ahora, este es el mejor mirador del circuito con mucha diferencia. La vista alcanza desde el límite del Campo de Hielo Sur hasta el lago Grey. La lengua de hielo es gigante, cubierta en su totalidad por multitud de cicatrices. De los varios glaciares menores que en su tiempo abastecían al Grey, hoy sólo uno llega hasta él; los otros se funden por el camino. En el lateral más próximo a nosotros, un gran bloque de hielo se ha desprendido dejando al descubierto la gama de azules que reclama atención sobre el fondo blanco. Al llegar al lago, la lengua es bífida pues un nanutek la parte en dos. A lo lejos, vemos icebergs flotando o varados en las orillas del lago. El azul del cielo sólo se interrumpe por unas nubes de formas curiosas. Podemos disfrutar de este espectáculo natural en la soledad del paso durante tanto tiempo como queremos. Parece que el tiempo se haya congelado también y los grupos que venían atrás permanecieran inmóviles. Es curioso como la simplicidad del paisaje resulta tan cautivadora. En definitiva se trata tan sólo de hielo y roca.

Panorama del glaciar Grey

Una vez saciados de la belleza del paraje, iniciamos la bajada hacia el campamento Grey. Lo que ha de ser una terrible subida, para nosotros es una serpenteante y empinada bajada, de zigzags continuos, casi laberínticos. Las curvas están tan seguidas, que el GPS hoy marcará varios km de menos, incluso capturando puntos a la máxima resolución. La mayor parte del descenso transcurre por el interior del bosque, ocultando la grandiosidad del Grey. De vez en cuando, el camino se acerca suficiente al acantilado o el bosque se aclara para recordarnos que todavía nos quedan kilómetros de glaciar por bordear.

Judit y Cèsar con el Grey al fondoPasamos el campamento El Paso y el campamento Los Guardas. Preferimos llegar al refugio Grey, donde hay ducha caliente y cerveza fresca. Antes del refugio, paramos en un par de miradores. El primero ofrece una vista desde arriba del frente de hielo. Es difícil estimar la altura de la pared, pero probablemente estamos hablando de un mínimo de 20 o 25 metros. Abandonamos el camino y nos acercamos al precipicio para tener una vista ininterrumpida. Desde aquí las fisuras se aprecian en toda su magnitud y se entiende cuan peligroso es cruzar un glaciar. Nos quedamos contemplando un buen rato con la esperanza de ver algún desprendimiento, pero no hay fortuna. El segundo mirador está en un pequeño cerro sobre una bahía que atrapa icebergs dejándolos varados en la orilla. El sol está bajo, justo al frente de los bloques de hielo y crea todo tipo de brillos, reflejos y transparencias en ellos. Desde este punto nos damos cuenta que la lengua del glaciar Grey no es bífida sino trífida. El barco turístico para ver el frente de cerca se ve diminuto frente al muro de hielo, incluso pequeño al lado de los icebergs.

Bloque de hielo caídoAl llegar a nuestro campamento de hoy, escogemos un sitio cerca de la playa, sin protección del viento, pero sin árboles que nos bloqueen el sol. Volvemos a usar las varillas dobles de la tienda que vamos cargando, apostando por una noche sin viento para aprovechar la última hora de sol sentados en un tronco seco al frente de la tienda. Mientras nuestra batería de soporte se carga a través del panel solar, nos tomamos unas cervecitas enfriadas con hielo glacial y unas patatas de bolsa a precio de oro. Con los cuerpos doloridos por los 16 km y los +600/-1200 m de desnivel, consideramos la recompensa merecida. La puesta de sol no es espectacular, ni tan sólo tomamos fotos, sólo disfrutamos de la vista y de nuestro premio mientras absorbemos los últimos rayos de sol charlando, monitorizando la posición de los icebergs y oyendo los crujidos distantes de vez en cuando.

Panorama del frontal del glaciar Grey

Frontal del Grey

 

22 de Febrero de 2011: Del refugio Grey al campamento Italiano

Pájaro carpintero de MagallanesNos despierta un martilleo que no podemos identificar. Parece que alguien o algo aporrea contra una madera, pero todavía son las 7:30 de la mañana. Los golpes son interrumpidos por estridentes chillidos que parecen de ave. Atando cabos, concluimos que debe ser una pareja de pájaros carpinteros, así que nos vestimos a toda prisa y salimos de la tienda armados con la cámara. Efectivamente, en el árbol a 10 metros de la tienda, un macho y una hembra de pájaros carpinteros de Magallanes, taladran el tronco en busca de larvas. Más tarde averiguaremos que la pareja está recorriendo su ruta matinal habitual y no se asustan en absoluto de nosotros. Incluso se dejan fotografiar con flash. La segunda parada de su recorrido es en el marco de los enormes ventanales del refugio. Los huéspedes todavía con ojos soñolientos, mirando estupefactos como un pájaro de cabeza roja hace repiquetear los cristales a golpes de pico.

Parece que se nos está acabando la suerte con el tiempo y ya que estamos levantados, recogemos el campamento mientras está seco y empezamos el camino hacia el refugio Paine Grande a orillas del lago Pehoé. Los desniveles de los últimos días han quedado atrás y el camino, a parte de alguna subida o bajada brusca para salvar algún obstáculo natural, en general es bastante plano. La lluvia hace finalmente acto de presencia y ya no para hasta llegar al refugio.

Aún nos sentimos con fuerza para continuar hasta el campamento Italiano o incluso el Británico, en el valle del Francés, pero con la lluvia no apetece mucho. Después de comer parece que arrecia y nos ponemos en marcha. El plan es llegar hasta el campamento Británico, al final del valle del Francés, o por lo menos hasta el Italiano con la intención de subir hasta el mirador de Los Cuernos mañana. El camino de aproximación al valle del Francés ofrece unas vistas magníficas de las nubes que cubren Los Cuernos, reflejadas en los lagos que bordeamos, pero por lo menos ha dejado de llover. Al llegar al Italiano, el guarda nos recomienda no acampar en el Británico por no haber un lugar cercano para proveernos de agua. Mañana comprobaremos que el río que baja por el valle pasa al lado de ambos campamentos e incluso el Británico parece mejor lugar para dormir que el Italiano. Sin embargo, hemos de agradecerle que nos convenciera pues enseguida empieza a llover de nuevo y las 2 horas de subida dura hubieran sido penosas.

El campamento Italiano no tiene ningún atractivo. Está sobrepoblado de tiendas apelotonadas, en pendiente y protegido por un bosque muy húmedo. Ni tan sólo tiene un grifo de dónde tomar agua. Por supuesto nada de cerveza. La noche va a ser larga y la esperanza de poder ver Los Cuernos corta.

 

23 de Febrero de 2011: del campamento Italiano al refugio Los Cuernos

Nos levantamos sin demasiada prisa pues el cielo está totalmente cubierto, aunque ha dejado de llover en algún momento de la madrugada. Sin pensárnoslo mucho nos ponemos en marcha hacia el mirador. Ninguno de los dos confía en tener vistas pero no decimos nada para no convencernos de que no vale la pena subir.

Panorama de Los Cuernos

A medio camino paramos en el mirador del glaciar del Francés, pero no es en absoluto comparable al Grey y sin sol aún vale menos la pena. Sin embargo, la vista valle abajo sería preciosa con sol. Seguimos subiendo, atravesamos el campamento Británico y finalmente llegamos al mirador de Los Cuernos. Se trata de una roca que sobresale por encima de las copas de los árboles y que ofrece una visión de 360 grados, desde los lagos al final del valle que rodeamos ayer hasta las supuestas cumbres que encierran la cabecera del valle. El cielo continúa totalmente cubierto y sólo se ve un pedacito de azul valle abajo. Son las 10 y media, ya nos hemos puesto toda la ropa que llevamos y sigue haciendo frío. Ya nos hemos comido todo lo que hemos subido y seguimos con hambre. Parece que sea una prueba de resistencia. Cuando empezamos a plantearnos comenzar el descenso, se abre una ventana entre las nubes que nos muestra una mancha de nieve en el pico conocido como La Aleta de Tiburón. Al cabo de un par de minutos la ventana se cierra, pero nos da ánimos para esperar un poco más. Parece que de vez en cuando la luz aumenta de intensidad, como si el espesor de la capa de nubes disminuyera momentáneamente. En algún momento, noto una sensación tibia en las piernas y me doy cuenta que creamos sombras. Poco a poco, las ventanas se abren más frecuentemente, son mayores y duran más tiempo. Parece que hoy veremos Los Cuernos.

Panorama del Paine Grande

Estamos en el punto perfecto, preparadísimos para la panorámica. Uno tras otro los picos van apareciendo. Primero en el lado oeste, el Paine Grande nos enseña sus formaciones de nieve en el pico. Luego la Aleta de Tiburón nos muestra el porqué de su nombre y las aristas agresivas a su espalda. Después van descubriéndose las otras cimas, la Espada, la Hoja, la Máscara y finalmente Los Cuernos. El éxtasis es general entre todos los que hemos aguantado este lento levantamiento de telón. Las cabezas giran sin saber exactamente donde fijar la mirada, como si todo se fuera a cubrir de nuevo en un santiamén. Pero las nubes han desaparecido para nuestro regocijo pausado y tranquilo. Seguimos siendo afortunados en Las Torres del Paine en nuestro octavo día consecutivo de sol. Aquí en el mirador nos encontramos de nuevo con Pili y Pablo que también han alucinado con el espectáculo que hemos presenciado. Coincidimos que ha valido la pena sufrir el desvelado del paisaje poco a poco, como construyendo un puzzle visual a base de las ventanas que se abrían y cerraban al capricho de las nubes. Pero ver el puzzle completado es un regalo para la vista. Sólo la grandiosidad del Grey rivaliza con la belleza de este circo. Claramente, este es uno de los puntos álgidos del recorrido.

Cèsar y Judit en Los CuernosDe regreso al campamento Italiano le prestamos poca atención al glaciar del Francés que ahora está soleado. Ya tuvo su oportunidad cuando subíamos. Recogemos la tienda y nos dirigimos hacia el refugio Los Cuernos, en contra de nuestro plan inicial de volver al hotel Las Torres con el ferry que cruza el lago Pehoé. Un guía que hemos encontrado en el mirador nos ha convencido de que las vistas desde el refugio Los Cuernos son muy buenas.

Pablo y Pili ya tenían claro que iban a terminar el circuito a pie, así que nos encontramos de nuevo. El campamento Los Cuernos también está superpoblado de gente. En el refugio no dan abasto para toda la gente que quiere cenar en él. Encontrar un sitio medio decente para plantar la tienda es una tarea imposible. Nos damos cuenta que estamos en la parte del circuito que se solapa con la "W", mucho más corta y asequible y, por tanto, más frecuentada que el Circuito Grande. Nos sentamos los 4 en una mesa que queda libre y nos relatamos mutuamente el show de esta mañana en el mirador, como si unos creyeran que los otros no lo hubieran presenciado también. Quizá será el efecto de las dos botellas de vino que nos hemos tomado…

 

24 de Febrero de 2011: Del refugio Los Cuernos al hotel Las Torres

Ahora ya sí que hemos gastado la última bala de fortuna con el clima. Aunque madrugamos para ver la salida del sol sobre Los Cuernos desde el mirador cercano al campamento, las nubes en el horizonte bloquean esos primeros rayos anaranjados. Tan sólo durante un par de minutos las paredes se enrojecen levemente. Pero el regusto de ayer aún nos dura y nos seguimos sintiendo agraciados.

Amanecer en Los Cuernos

El recorrido hasta la vuelta a la civilización pasa sin pena ni gloria; nada importante que destacar. Durante varios kilómetros reseguimos la costa del lago Nordenskjöld a cierta distancia de su orilla. Al superar una loma, todavía a 3 km del final, ya se ve el hotel y para nuestras mentes, el circuito se ha acabado. Como rechazando esa idea, repasamos mentalmente en silencio las imágenes increíbles y experiencias de los últimos 8 días: pampa y praderas, ríos y lagos, picos salvajes y glaciares, amaneceres y puestas de sol. Un regalo para los amantes de la naturaleza que nos ha sido servido en bandeja de plata.

Los CuernosEl resto del día pasa llevando a cabo tareas sin importancia como recoger las bicis del hotel, acampar, ducharnos y algo de planificación para los días siguientes. Acabamos de leer el muy decepcionante e-mail del DIFROL: nuestro permiso para cruzar por el paso Zamora ha sido definitivamente rechazado. Ya dentro del saco de dormir empieza a llover. Pues que llueva tanto como quiera ya de una vez.

 

25 de Febrero de 2011: De Las Torres del Paine al El Calafate

El día de hoy se convierte en un puro trámite de organización. Llueve y nos refugiamos la mayor parte del día en el restaurante del hotel mientras planeamos y hacemos llamadas. Al final conseguimos plaza en un bus que nos llevará directamente de Las Torres a El Calafate, sin tener que volver a Puerto Natales. Mientras recorremos en bicicleta los 7 km que nos separan de la guardería Laguna Amarga, donde el bus nos recogerá, miramos atrás a menudo. Las Torres están tapadas en un día gris, como de costumbre en el parque.

Cuando escribo el final de este capítulo de nuestro viaje, estamos circulando en un autobús de dos plantas camino de El Calafate, por la Ruta 40 argentina. El vehículo se bambolea violentamente con los envites del viento. Nosotros sonreímos en el interior, con la certeza de haber tomado una sabia decisión pagando por este trayecto. La pampa interminable que vemos a través de los cristales es muy decepcionante, sobre todo si la comparamos con los parajes de los últimos días. Ya es oscuro y no veo las teclas así que me confundo continuamente. Creo que es una señal para poner punto final a un capítulo repleto de emociones y recuerdos fenomenales que nunca olvidaremos.