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En esta etapa del viaje empezamos nuestro recorrido por las pampas amazónicas bolivianas. La pista de tierra desde Trinidad hasta San Borja es absolutamente plana, cosa que supone un cambio radical en nuestro viaje. A ambos lados de la carretera se extienden llanuras infinitas salpicadas de islas bosque y lagunas repletas de vida: caimanes, aves acuáticas y peces que esperan con ansia las primeras lluvias para escapar de las pequeñas pozas que ahora los hace tan vulnerables. Comenzamos tostándonos y sudando, lo cual es otro cambio significante respecto a los últimos 7 meses. Pero el frío se empeña en seguirnos e incluso a latitud 15 y a tan sólo 150 metros sobre el nivel del mar, pasamos frío un par de noches. El Surazo, tal como se conoce aquí a este fenómeno, trae nubes y vientos fríos de Sur y hace descender las temperaturas hasta 20 grados. Mientras el Surazo está presente, la fauna se esconde entre la maleza, reduciendo su actividad drásticamente. Cuando pasa y las temperaturas vuelven a subir por encima de los 35 grados. Los caimanes vuelven a tenderse al sol y los cantos de las aves y el griterío de los loros y guacamayos se oyen por todas partes de nuevo.

Índice de esta etapa:

17 de Agosto de 2011: De Trinidad a una Estancia
18 de Agosto de 2011: De una Estancia a San Ignacio de Moxos
19 de Agosto de 2011: De San Ignacio a la Estancia Chevejecure
20 de Agosto de 2011: De la Estancia Chevejecure a la Estación de la Reserva Biosférica del Beni
21 de Agosto de 2011: De la Estación de la Reserva Biosférica del Beni a San Borja
Del 22 al 25 de Agosto de 2011: Reserva biosférica del Beni

 

Perfil de la etapa:


Perfil de la etapa

 

17 de Agosto de 2011: De Trinidad a una Estancia

Pedaleando por la pampas amazónicas

Una vez salimos de Trinidad, tan pronto deja de haber edificaciones, nos damos cuenta de que el terreno es absolutamente plano hasta donde llega la vista. Después de los parajes montañosos que hemos estado recorriendo durante los últimos meses, éste parece de ensueño. Las máximas cuestas que tenemos que superar son la subida a algún puente para cruzar un canal o un río. Probablemente tenemos que subir hasta 2 metros de desnivel :)

Garza blancaA los pocos kilómetros de Trinidad, se empiezan a ver todo tipo de aves, sobre todo acuáticas como garzas y gallaretas. A ambos lados de la carretera hay multitud de pequeñas lagunas, muchas de ellas cubiertas en parte por plantas acuáticas. Hasta el cruce en balsa del río Mamoré, uno de los grandes de la zona, la carretera está asfaltada. A partir de ahí es de tierra y en no muy buen estado. Tenemos la sensación de que deberíamos ir más rápido. Idealmente queríamos cubrir los 92 km hasta San Ignacio, pero no va a ser posible. Quizás el calor es el factor que nos está consumiendo las energías. Entre eso y un viento no muy fuerte pero de cara, avanzamos más lentamente de lo que esperábamos. El viento resulta fastidioso porque nos va frenando, pero cuando deja de soplar deseamos que vuelva para aliviar el calor.

Caimán negroA partir de cierta distancia del Mamoré es cuando realmente nos damos cuenta de que estamos en la selva. En la mayor parte de esta zona, el bosque ha sido arrasado para ser usada como pastoreo del ganado. Sin embargo la fauna, sobretodo aves, abunda por todas partes. En las lagunas siempre hay alguna, aparte de las garzas blancas y las gallaretas, omnipresentes, vemos cormoranes, un martín pescador, jaribús, garzas grises, una espátula rosada y otros tipos de zancudas que desconocemos. En las zonas donde todavía hay árboles se oyen todo tipo de cantos. Los loros verdes que venimos viendo desde semanas atrás aquí son aún más abundantes. Además, hay toda una nueva variedad de pájaros que cruzan como flechas de un lado al otro de la carretera, sin casi darte tiempo a observar los rasgos mínimos para identificarlos. También vemos 3 o 4 especies de rapaces, entre las cuales están nuestros amigos los caranchos que venimos viendo desde Tierra del Fuego. En cuanto a los animales terrestres, al principio sólo vemos alguna serpiente aplastada en la carretera, a modo de aviso. El avistamiento que sin duda nos convence de estar en la jungla es el del primer caimán negro. Ahí está tumbado al sol, a unos 5 metros de la pista. Este ejemplar debe tener unos 2 metros, pero pueden llegar hasta 5 o 6. En esa misma zona vemos otros caimanes, pero de la otra especie que habita en la zona, los que aquí llaman lagartos. Éstos son bastantes más pequeños y mucho más huidizos. Cuando empieza a caer el sol, la actividad aumenta claramente. Entre las sombras de la maleza espantamos a unas capibaras, un roedor gigante sin cola. Huyen despavoridas hacia el bosque haciendo un ruido entre relincho y escupitajo.

JaribúDespués de ver a los caimanes y tanta serpiente aplastada, no nos apetece demasiado acampar a la intemperie, así que entramos en los terrenos de una estancia y pedimos permiso para acampar. Antes de tener que pedirles un espacio en la amplia casa, la mujer ya nos lo ofrece. Mientras charlamos nos invita a un refresco de toronja que no podemos rechazar. Se trata de una mezcla del jugo de la toronja (parecido al pomelo en aspecto, pero con zumo de naranja), agua (de procedencia desconocida) y azúcar. Incluso podemos darnos una ducha a base de cubo y palangana. La verdad es que se agradece para sacarnos la capa de sudor y polvo que llevamos sobre todo en las piernas. La idea de comprar unas chancletas en Trini ha resultado ser muy buena. Para este terreno funcionan suficientemente bien con los calapiés y nos mantienen los pies frescos.

Reina, la señora de la casa, nos ofrece un pescado con arroz para cenar, gracias a las capturas de su hijo de 6 años. ¡Seis años! Y yo que he pescado sólo 2 truchas en lo que va de viaje… A los 6 años yo no sabía ni qué era una caña de pescar. A pesar de la ducha y de que el sol hace rato que ya se ha escondido, el calor sigue siendo fuerte cuando nos acostamos. La última vez que usamos los sacos de dormir, fueron los de invierno. Ahora llevamos los de seda, pero aun así, sólo los usamos para evitar el contacto directo con el nylon de las esterillas de aire.

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18 de Agosto de 2011: De una Estancia a San Ignacio de Moxos

Martín pescadorTras el calor que pasamos ayer, hoy decidimos salir bien temprano para aprovechar el frescor matinal y antes de las 8 ya estamos en la carretera. El otro motivo para madrugar es aprovechar las horas de más actividad de la fauna. A partir de las 9:30, el movimiento de aves se reduce considerablemente, pero antes vemos de todo. A parte de las especies que ya vimos ayer, hoy vemos una especie más de rapaz y varios pajarillos de plumaje vistoso: uno con la cabeza roja y otro con manchas amarillo limón en la base de la cola y la panza.

Cuando baja la actividad, el camino se vuelve más aburrido y las piedras se notan más. Unos kilómetros antes de San Ignacio pasamos a los “marchistas”. Se trata de un grupo de indígenas que han organizado una marcha como protesta por el trazado de una carretera de La Paz a San Ignacio que cruza por el parque nacional donde viven. De momento se dirigen hacia San Ignacio, pero si el gobierno no atiende sus peticiones, seguirán hacia La Paz. Esta mañana hemos parado en Fátima a desayunar. Allí es donde ellos pasaron la noche y, según la propietaria del chiringuito donde compramos unas galletas, ayer los marchistas se pusieron a tono a base de alcohol, antes de reemprender la marcha a las 3 de la mañana. Se comprende que caminen de noche, pero a ver si van a tomar la dirección equivocada…

Espátula rosadaA mediodía llegamos a San Ignacio agotados. Sólo han sido 48 km y un total de 6 metros de desnivel. Sí, 6 metros acumulados. Está claro que nuestras expectativas de aumentar la media de km por día se van a quedar en eso, expectativas. El calor ya es insoportable y a pesar de la crema protectora tenemos alguna quemadura debida al sol. Los hospedajes del pueblo están reservados prácticamente en su totalidad por los marchistas, pero aún podemos encontrar algo. Nos refugiamos del sol y del calor en la habitación, con el ventilador a toda velocidad durante un par de horas.

Cèsar tocando el bajónPor la tarde salimos a visitar el museo. En él conservan unas 7000 partituras de música barroca indígena, herencia de las que los jesuitas trajeron de Europa, junto con los violines, y que fue evolucionando y mezclándose con instrumentos locales, como el bajón. Éste consta de varios tubos cónicos de diferentes tamaños unidos linealmente entre sí para ser tocados como una armónica. La visita guiada también incluye la iglesia de San Ignacio de Loyola (que, por cierto, también es el nombre oficial de la población) y la sacristía donde se exponen las estatuas usadas en las procesiones de Semana Santa. Además, hay 3 salas más con objetos de plata de carácter sacro, un púlpito, máscaras, instrumentos musicales y una maqueta de la población original.

Aprovechamos la tarde para reparar una cámara pinchada y también el poro de una de las esterillas. Gracias a este último, hoy me he levantado con la espalda molida. Cuando el calor empieza a ceder, nos vamos de compras. Mientras arreglábamos uno de los 3 pinchazos de ayer, una de las válvulas se rompió (la segunda en las últimas semanas). Sólo nos queda una de repuesto y nos vamos alejando de la civilización poco a poco. Pero las únicas cámaras que encontramos son de válvula gruesa, que no pasa por el agujero de nuestras llantas. De momento lo dejamos correr a ver si encontramos unas más adecuadas en San Borja.

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19 de Agosto de 2011: De San Ignacio a la Estancia Chevejecure

Caimanes y cormoranesHoy queríamos salir pronto como ayer pero al ponernos la crema protectora del sol nos damos cuenta que no tenemos suficiente para llegar a San Borja. Buscamos por todas las farmacias y almacenes pero no tienen. Al final le acabamos comprando un bote a medias a la propietaria del hotel donde hemos pasado la noche. Y éste no será el único retraso del día. A los pocos kilómetros del pueblo nos encontramos con la carretera bloqueada por un par de camiones atravesados y un grupo de ciudadanos de San Ignacio. Estos están en contra de los marchistas. Intentamos convencerles de que nos dejen pasar pero no hay manera. “Aquí no pasa nadie ni por toda la plata”. Al cabo de unos minutos, uno de los que está al lado de la barrera nos hace una seña para que pasemos. Empezamos a arrastrar las bicis por el lateral de la barrera y como nadie dice nada seguimos. Pasamos por detrás de un camión para llamar menos la atención y empezamos a pedalear a ritmo rápido, pero no de fugitivo hasta que estamos suficientemente lejos.

CaimánAl pasar por la comunidad de Puerto Borja, paramos a comprar agua y comer. Mientras nos zampamos las galletas crackers con atún, las niñas de la tienda se vienen a charlar con nosotros y nos regalan 2 toronjas. Son enormes y tienen muchísimo zumo.


MonoEl camino es similar al de ayer, aunque el terreno ha mejorado algo. El calor sigue igual de fuerte. En las noticias de la mañana han anunciado que esta tarde entrará viento del Sur. Eso normalmente significa una bajada de las temperaturas. En ocasiones, la bajada en considerable y el efecto se conoce como surazo. Esperemos que así sea. En cuanto a la fauna, seguimos viendo todo tipo de aves, con algunas novedades y algunos caimanes. Sin embargo, el avistamiento más destacable es el de una pareja de monos en una zona de abundantes árboles. Al pararnos a su altura, poco a poco se adentran en la profundidad del bosque saltando de rama en rama.


Tejedor amarilloA media tarde pasamos por la estancia Chevejecure y pedimos permiso para acampar en su terreno. Una de las palmeras es la vivienda de una bandada de pájaros tejedores. De las hojas de la palmera cuelgan varios de los nidos en forma de bolsa hechos a base de pajitas y ramitas entretejidas. Para limpiarnos el polvo que llevamos pegado al cuerpo, cogemos agua de la laguna al lado de la casa y nos aseamos como podemos. Mientras hay luz aprovechamos para limpiar las cadenas, pero cuando empieza a oscurecer, los mosquitos aparecen por todas partes y nos metemos en la tienda. Afuera el viento ya hace rato que ha dejado de correr y a pesar de que sólo tenemos la puerta de mosquitera cerrada, el calor dentro de la tienda es asfixiante. Usamos los platos como abanicos para refrescarnos un poco, pero a la que paramos de abanicar ya empezamos a sudar de nuevo. No echamos encima de los sacos de seda e intentamos dormir mientras seguimos chorreando. Por suerte, nos dormimos al poco rato. Por la madrugada nos despertamos por el frío pero metiéndonos en los sacos es suficiente para acabar de pasar la noche.

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20 de Agosto de 2011: De la Estancia Chevejecure a la Estación de la Reserva Biosférica del Beni

El cielo está totalmente cubierto y fuera de la tienda hace frío. Parece que el surazo ha llegado. Lo nuestro es pasar frío, hasta en la selva. Empezamos a pedalear con 2 camisetas, una de ellas de manga larga.

En esta zona una de las especies de parabas es especialmente abundante. A pesar de que el día gris dificulta su identificación, nos parece que es la especia que tiene colores verde, azul y rojo, conocida localmente como parabachi. En un par de ocasiones vemos un animal del tamaño de un gato, aunque con la cola más peluda cruzando la carretera. Ha cruzado a unos 50 metros y no lo hemos podido identificar.

Parabachi comiendo floresDurante el día nos llueve a ratos pero en general, nos resguardamos bajo un árbol durante unos minutos hasta que para. Después de comer, la lluvia se hace más constante, aunque sigue siendo débil. Al cabo de pocos kilómetros pasamos por la Estación de la Reserva Biosférica del Beni. Queremos visitar la reserva, pero según nos contaron por teléfono, ya no están recibiendo turistas. Si queremos todavía podemos visitarla, pero debemos organizarlo en San Borja, donde está la oficina. De todas maneras queremos charlar con los guardaparques para ver qué opciones hay. Entramos a hablar con ellos, pero no hay nadie. Realmente el recinto parece abandonado, pero se supone que debería haber dos guardas. Sigue lloviendo, y aunque sólo es la 1:30, decidimos quedarnos aquí a pasar la noche. De todas maneras, hoy no podríamos recorrer los 50 km que faltan hasta San Borja y la verdad, lloviendo no apetece nada seguir pedaleando.

Hijo del solLos edificios de la estación están medio en ruinas. La mayoría de los techos de hojas de palmera están echados a perder, pero acampamos debajo de uno de uralita. Entre las casas hay una gran variedad de árboles de tamaño considerable. El suelo está repleto de frutos: toronjas, cocos, dátiles, mandarinas… Pajarillos de colores pasan volando a toda velocidad entre árboles. En un árbol altísimo a pocos metros de las oficinas vive una comunidad de parabachis. A la hora de la puesta de sol comienza una orquesta de cantos y chillidos entre los que destacan las parabachis. Parece una guerra a gritos entre bandas enemigas. Paseando por entre los árboles de la estación no hay un minuto de aburrimiento, sobre todo por la variedad y cantidad de aves. Cuando empieza a oscurecer vemos un jochi, una especie de capibara pero bastante más pequeña. Por la noche, nos despierta un sonido que parece de algún animal rascando entre los troncos. Con la luz del frontal descubrimos al causante, un mamífero parecido a una comadreja.

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21 de Agosto de 2011: De la Estación de la Reserva Biosférica del Beni a San Borja

Guacamayos barba negraHoy no hay gallos como cada mañana, pero las parabachis son tan o incluso más efectivas para despertarnos. El griterío que se forma en los árboles y palmeras a nuestro alrededor es impresionante. Cuando salimos de la tienda hay 2 bandadas de entre 20 y 25 ejemplares cada una. El resto de las especies de aves emiten sus sonidos tímidamente. Antes de arrancar en bici, nos acercamos a la diminuta laguna de la estación. Allí vemos más garzas, una bandada de patos enormes y una pareja de lo que en Patagonia llaman Teros, muy escandalosos. 


Otro bloqueo de carreteraDurante el recorrido en bici no hay grandes sorpresas. El día está gris como el de ayer y la temperatura es agradable para pedalear a partir de las 9. Antes hace fresco. De hecho, vamos todo el día con manga larga. Esta noche, los sacos de seda no han sido suficientes y hemos tenido que dormir con pantalones y camiseta de manga larga. A medida que nos acercamos a San Borja, cada vez la fauna salvaje es menos abundante y los animales domésticos más. Mañana pasaremos por las oficinas del parque para ver si podemos organizar un recorrido por él.

 

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Del 22 al 25 de Agosto de 2011: Reserva biosférica del Beni

Flor del pachíoEn las oficinas de la reserva en San Borja organizamos nuestra visita con Pedro y Johnny, los guardas de la estación. Pasamos el resto del día deambulando por la calle, cuando el calor lo permite, viendo una pelea de gallos, donde sólo hay hombres y, en general, haciendo el vago.

Al día siguiente nos encontramos con los guardas en la estación, donde ya dormimos hace 3 noches. Pedro y Johnny vienen en su moto acompañados por Alan, otro de los guardas que será nuestro chef durante la visita. Sólo bajar de la moto, Alan hace caer unos cocos de las palmeras circundantes para bebernos el agua y luego comernos la riquísima pulpa gelatinosa. A continuación recoge unas cuantas toronjas y prepara un zumo. Acabarmos el aperitivo frutal degustando una chirimoya. Para preparar la comida, Pedro y Judit se van con una de las motos a la comunidad de Totaizal en búsqueda de una gallina. Al cabo de un rato aparecen con la víctima, todavía viva, atada de patas, entre las manos de Judit. Alan, la coge y se va hacia la cocina. No se oye nada, simplemente al cabo de media hora vuelve con un arroz con pollo.

GallaretaPor la tarde hacemos una excursión desde la estación hasta la laguna Normandía, pasando por una de las islas bosque. Las islas bosque son agrupaciones de árboles aislados de otros por pampa inundable durante la época de lluvias. La variedad de árboles en la isla es sorprendente. Johnny nos cita el nombre de los árboles y palmeras y nos explica sus usos. En la que visitamos avistamos a un mono, pero está en la copa de uno de los árboles altos y prácticamente sólo se distingue una bola de pelo entre las ramas. El camino de la isla bosque hasta la laguna pasa por una zona donde las hierbas nos llegan hasta el pecho. Johnny va delante y seguimos sus pasos ciegamente, sin ver dónde pisamos. Al llegar a la laguna vemos un caimán pero bastante lejos. De regreso a la estación no vemos ningún tipo de fauna, a excepción de algún ave como los sereres de pampa.

Serere de ríoEl 24 por la mañana nos montamos en las motos, con las mochilas y víveres para 2 días y nos vamos hasta el campamento Marimono, en el límite de la reserva. En el último tramo de camino, el sendero que seguimos es estrecho y los arbustos nos fustigan las piernas hasta que salimos a la pampa. Aquí no hay camino y simplemente vamos campo a través hacia una isla bosque. El ganado que se alimenta en la pampa deja unas profundas pisadas en el barro al final de la época lluviosa. Cuando el barro se seca, se convierte en un terreno lleno de hoyos imposibles de evitar. Pedro y Alan trazan una recta imaginaria hacia la entrada de la isla bosque y sólo se desvían de ella para esquivar los termiteros, de hasta 1 metro de altura. Es en esta zona donde vemos 4 ñandús que se apresuran a huir de nosotros antes de que podamos acercarnos a pie.

Mariposas succionando sales a orillas del ríoLa conducción dentro de la isla bosque nos provoca una sensación extraña. Seguimos un sendero más o menos marcado, esquivando hojas de palmera medio caídas y lianas bajas. Parece que en cualquier momento pueda cruzarse en el camino un tapir o una capibara asustados por el ruido de los motores. Llegamos al río que marca el límite de la reserva. Aparcamos las motos y cruzamos el río turbio por la canoa que hace las funciones de puente. Estamos en el campamento Marimono, dentro de la reserva. Mientras Pedro abre las puertas de la única casa existente, Alan recoge unos limones-mandarina de uno de los árboles de los alrededores. También hay un platanero y varias plantas de piña, pero por desgracia sus frutos todavía están verdes. Por la tarde, cuando el calor empieza a aflojar nos vamos de expedición por la selva. Pedro va delante, abriendo paso a golpe de machete, por un antiguo sendero que ha sido reabsorbido por la jungla. Hace unos años era utilizado durante las rondas de monitoreo, pero la zona ha sido declarada núcleo y la dirección de la reserva ha decidido limitar la presencia humana en ella. Sin embargo, las comunidades de indígenas chimanes tienen permiso para cazar. A parte de los machetazos, el suelo está cubierto por ramas y hojas secan que crujen bajo nuestros pies, ahuyentando cualquier animal que pudiera haber. A parte de la vegetación, no vemos ningún animal. Bueno, las caravanas de hormigas transportando hojas hacia el hormiguero son impresionantes. Son las únicas zonas del bosque libres de hojas. Alan y Pedro nos hacen una demostración de cómo conseguir agua fresca del tronco de la uña de gato. Cortan una sección de 1 metro de una de las ramas retorcidas y todos bebemos de él colocándola verticalmente. Cuando la vaciamos, podemos ver que tiene una estructura dura, pero muy porosa, donde almacena gran cantidad de agua.

Oso hormigueroA la mañana siguiente recorremos el río Curiraba con la canoa. La embarcación es simplemente un gran tronco vaciado. Unos palos atravesados y atascados entre sus paredes interiores son nuestros asientos. Pedro y Alan la empujan con la ayuda de largas pértigas. El concierto de todo tipo de pájaros es espectacular. Desde la canoa podemos ver algunos de ellos. Aparte de las abundantes garzas avistamos un par de bandadas de sereres de río, curiosos por sus crestas de plumas. A mitad del recorrido, Pedro descubre un oso hormiguero cerca de la orilla. Cuando nos acercamos se aleja tranquilamente remontando el terraplén que marca la orilla del cauce en la época de lluvias. Éste será el animal más interesante que veremos durante el trayecto. De regreso vemos un mono, pero muy arriba en las copas. La verdad es que, para ser una reserva de la biosfera, nos parece un poco pobre en fauna. Sospechamos que los chimanes, que usan el río para cazar, han acabado con la mayoría o los animales se han trasladado a zonas más inaccesibles y tranquilas. En las orillas del campamento, se concentra una gran cantidad de mariposas de diferentes especies, que se posan en el barro para succionar las sales allí depositadas por el agua. Regresamos a la estación por otro camino, pero igualmente tortuoso. Nos despedimos de Johnny, Alan y Pedro y nos vamos hasta la carretera a esperar un transporte que nos lleve a San Borja. Por la noche cenaremos con Alan que ha tenido que regresar anticipadamente a la ciudad.

En canoa por el CurirabaTeníamos grandes expectativas de ver abundante fauna en la reserva, pero hemos visto más animales por la carretera que en la propia reserva. Nos da la impresión de que la caza excesiva de los chimanes y una mala gestión por parte de la dirección que no proporciona fondos para mantener y abrir nuevos senderos, son los principales motivos. De todas maneras, además de la fauna que hemos visto en los 5 días de ruta en bici, en la reserva hemos disfrutado de las conversaciones con los guardas y de sus explicaciones sobre la flora y la fauna del lugar, además de los menús de nuestro chef.

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