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Índice de esta etapa:

Fecha Actividad Tramo Distancia (Km) Asc. Acc. (m) Desc. Acc. (m) GPX Perfil
4-Nov-18 Excursión Bici Excursión en la isla Tiritiri Matangi Island y bici de Gulf Harbour a Orewa 15.5 119 119 GPX Perfil
5-Nov-18 Bici De Orewa a Matakana 57.6 605 607 GPX Perfil
6-Nov-18 Bici De Matakana a Mangawhai Heads 58.6 541 540 GPX Perfil

 

1-6 de Noviembre de 2018: Auckland y alrededores

Después de 14 horas de vuelo nos acercamos al aeropuerto de Auckland. Por la ventanilla se constata lo que ya esperábamos: llueve, ni un rayito de sol. Confiábamos en un milagro, pero los milagros no existen. Una vez en tierra, el control de aduanas es exhaustivo pero amable. A los neozelandeses les preocupa mucho que los visitantes no importen especies animales o vegetales no autóctonas. Nosotros ya veníamos preparados: cubiertas nuevas en las bicis, tienda de campaña prácticamente nueva y limpia, botas limpias. Todo está correcto así que nos dan el visto bueno sin más problemas.

Aquí empieza la primera realidad. Afuera además de llover, hace viento. A la salida del aeropuerto hay un espacio reservado para montar las bicis, incluso con un soporte para colgar la bici del tubo del sillín. Pero el viento arrastra la lluvia lateralmente y se nos mojarían todos los bártulos en el proceso. No estamos mentalizados para aterrizar y empezar a mojarnos. Seguro que habrá otras ocasiones. Así que nos subimos a una lanzadera con remolque que reparte viajeros por la ciudad y llegamos a nuestro AirBnB como señores.

La segunda realidad es la amabilidad de los neozelandeses. El propietario del AirBnB nos recibe con una gran sonrisa y nos da todo tipo de información, como detalles de cómo ir al centro, servicios en los alrededores, lugares típicos para visitar, etc., etc. La tercera realidad es que les importa un pimiento que llueva, haga viento o frío. Todos esos detalles y explicaciones han sido bajo la lluvia antes de enseñarnos la casita donde nos vamos alojar los próximos 3 días.

Auckland es una ciudad moderna en pleno crecimiento. La zona de negocios, alrededor del puerto, está en plena expansión, con construcciones por todas partes. Los barrios periféricos se aglutinan en las múltiples colinas que forman la ciudad, en general con casas individuales o edificios bajos. Los barrios más emblemáticos conservan casas de estilo victoriano con jardines muy cuidados. En los 3 días que recorremos la ciudad nos damos cuenta de la gran cantidad de parques urbanos y de la infinidad de carriles bici, tanto dedicados como compartidos con automóviles. Los carriles compartidos, sin embargo, son más estrechos que en San Diego y los conductores menos cuidadosos con los ciclistas.

Montando las bicis en AucklandPegado a nuestra casita está el garaje de los propietarios, que nos prestan para montar las bicis. Durante el transporte en el avión, la rueda delantera de Cèsar ha quedado descentrada y el disco alabeado. El cambio de Judit tampoco está perfectamente ajustado. Lo intentamos corregir con nuestras pocas herramientas, pero no lo conseguimos del todo, así que las llevamos a un taller. Se acerca el verano y las vacaciones de Navidad. Por esa época, hay una explosión de actividades al aire libre, la ciudad se queda desierta y todos los ciudadanos se están preparando. Como consecuencia, todos los talleres de bici están ocupadísimos y en el quinto que visitamos tenemos que suplicar que nos arreglen los problemas de las nuestras en el mismo día. Los chicos de Torpedo 7 nos hacen el favor y nos dejan las bicis finas.

Para evitar el tráfico de los alrededores de Auckland, tomamos el ferry que va hasta la Reserva Científica de la isla Tiritiri Matanga, un santuario de aves. A la vuelta, nos bajaremos en Gulf Harbour, en lugar de volver a Auckland como el resto de los pasajeros, y empezar nuestra ruta ahí. La visita a la isla incluye opcionalmente una ruta guiada por voluntarios aspirantes a ornitólogos, los cuales resultan de gran ayuda para identificar las diferentes especies de aves e insectos.

TuiLa visita cumple todas nuestras expectativas. Para empezar, la vegetación es exuberante, muy diferente de lo que estamos acostumbrados: helechos gigantes, lianas trepadoras por todas partes, las copas de los árboles son tan espesas que bloquean la luz directa del sol. A nivel de suelo hay una enorme variedad de helechos, musgos y líquenes, además de todo tipo de arbustos y árboles de ramas retorcidas resignados a vivir a la sombra de sus primos mayores. El DOC (Department Of Conservation) ha erradicado todas las especies depredadoras introducidas (ratas, hurones, oposums, gatos, etc.) que ponían en peligro a las especies autóctonas, principalmente aves.

Bell birdAlgunos de los pájaros han sido reintroducidos después de que se hubieran extinguido en la isla. Los sonidos del bosque nos envuelven por completo: el canto polifónico del bell bird, el movimiento agitado de la hojarasca por algún pájaro buscando gusanos, el batido pesado de la paloma neozelandesa. Las aves aquí no se asustan de los humanos y como no tienen depredadores no huyen despavoridas como estamos acostumbrados. Algunas incluso se posan en alguna rama cercana a lucirse con poses fotogénicas mientras nos deleitan con sus mejores trinos.

WetaMuchos de los bichos aquí son un poco raros: la paloma neozelandesa es del tamaño de una gallina, El Tui tiene una pluma blanca despeinada en el pecho a modo de pajarita, el Weta es una especie de grillo de 10 cm que levanta sus patas traseras con púas para espantar a los agresores. Al final de la ruta llegamos al faro de la isla donde otro anciano voluntario cachondo nos cuenta la historia del lugar. En resumen, una visita muy agradable que nos sirve de perfecta introducción a la vida salvaje del país.

Nos bajamos en Gulf Harbour y empezamos a pedalear. Pedalear debería ser sencillo, ¿no? Pues no. La inercia es la culpable. El manillar no quiere girar por el peso de la alforja que le cuelga y cuando gira, gira demasiado. Tanto que hace culear las alforjas traseras, que intentamos contrarrestar con una sobrecompensación en el manillar. El perfecto ejemplo de sistema realimentado positivamente. En fin, que llevamos un movimiento de caderas digno del mejor bailongo. Paramos cada 100 m para ajustar esto, ajustar aquello, comprobar ese ruidito, la dinamo no me carga, no nos hemos puesto protector solar ahora tengo frío, ahora estoy sudando, etcétera, etcétera, etcétera. Suerte que nuestro objetivo para el día sólo está a 15 Km.

Eastern RosellaAcampamos en Orewa, en un camping pegado a la playa con césped artificial (¡!). Aquí la hierba llega hasta la arena de manera natural. Sólo llegar vemos por primera vez los Eastern Rosella, unos loros australianos multicolor. A continuación empieza el reto de montar nuestra nueva tienda sin hacer demasiado el ridículo. Es una tienda asimétrica, con tres palos conectados permanentemente entre ellos que forman el exoesqueleto y con un sistema de tensión que requiere tres manos y cola prensil. Al final lo conseguimos sin sacarnos ningún ojo con los palos, sin tropezar más de dos veces en la misma piqueta y sin demasiados gritos. En definitiva, hoy superamos la prueba pero rascando el suspenso.

Fábrica de quesos en PuhoiEn los dos días siguientes seguimos hacia el Norte pero evitando las carreteras principales. Las carreteras secundarias nos llevan por zonas rurales dedicadas principalmente a la ganadería. Hay prados verdes por todas partes, delimitados por bosques sólo donde la actividad humana no los ha convertido en pastoreo. El terreno es muy montañoso y nos pasamos los dos días subiendo y bajando. Las vacas y las ovejas nos miran pacientemente mientras subimos las cuestas. Convenientemente, pasamos por Puhoi a la hora de la comida. Paramos en la fábrica de quesos para certificar que la fama está bien merecida. ¡Qué ricos!

Una de las noches acampamos en una especie de camping-granja. Por la noche, la señora que se encarga nos trae 10 huevos frescos. Sí, aquí hay cajas son de 10, no 12. Al amanecer los gallos se encargan de despertarnos mucho antes de lo que nos hubiera gustado pero nos desquitamos con unos huevos revueltos de su harén. A la siguiente noche vamos a parar a un camping espectacular, en primera línea de mar, sobre un césped cuidado y con vistas a la bahía de Mangawhai Heads. Un perfecto final de día.

Camping en Mangawhai Heads